Acaso habéis interrumpido
mis pasos
aun viendo que me tambaleaba?
Habéis puesto vuestros dedos
al alcance de mis manos?
Yo sé por vuestras miradas
que al alcohol echáis la culpa
o tal vez a la locura
porque en versos me bañaba,
es la loca,
es la rara,
la que escribe poesía
que a las estrellas declama
siempre a la luz de la luna,
es la loca,
es la rara,
la que escribe poesía
y en muchos versos reclama
cierta justicia divina.

Soy la loca ciertamente
y no es mi locura vana,
tengo la garganta seca,
llenos mis ojos de lágrimas,
mis vaivenes en la arena
no son de alcohol
que no bebo,
son de dolor,
un gran dolor en el alma
y aunque no quiero morirme,
a diario me sigue la muerte,
traicionera y mala.
Soy la loca,
soy la rara,
la que juega con los niños,
la que justicia reclama,
la que baila al anochecer
y se acuesta al alba,
la que tanto se equivoca
según dicen vuestras bocas
la que ríe los silencios
de vuestra indiferencia falsa.

No me detengáis,
si ya no lo habéis hecho
dejadme que caiga,
he de levantarme sola,
estoy muy acostumbrada,
con la locura en mi cara,
con la fuerza en mi pecho,
con ese encuentro que tengo
conmigo misma y mi cuerpo,
cuerpo arrugado por fuera,
por dentro lleno de sueños,
soy la loca
soy la rara,
con pétalos en los labios,
con el dolor en las bragas,
la loca,
la rara
la que no habéis detenido,
viendo como me precipitaba
al abismo de la nada.
Dejadme ahora,
pensad mejor que estoy borracha,
apartaros del camino,
cuanto más libre lo encuentre
más sonoras serán
mis carcajadas.

Habéis acaso pensado
que podría estar enferma?
Que, el crudo invierno
ha podido
jugarme una mala pasada?
Serían demasiado honestos
tan piadosos pensamientos,
si yo notara tal hecho
habría brillo en mis ojos
habría luz en mi cara,
si solo por una vez,
vuestros dedos me tocaran.
Ya no lo hagáis, es tarde,
soy la loca,
soy la rara,
vuestros hijos sí me buscan
ellos sienten lo que hacen
pues saben leer mi alma,
todos buscan mis juegos,
escuchan mis cantos,
siguen a la fuente,
todos, mis tambaleantes pasos,
y mirándome a los ojos
llenan conmigo
sus cántaros de agua,
ellos, conocen mi dolor
en su nostalgia,
eran mis hijos sus buenos amigos
y ahora no están, nos faltan.

A esta mujer loca,
a esta mujer rara,
que camina herida,
triste y consternada,
solo los niños la sienten
y los nombres de mis hijos
son en su boca, voz blanca.
La vida se va escurriendo
de estas manos con llagas
de golpes que por las noches
me doy con el firmamento,
esos gritos que escucháis
de la loca,
de la rara,
son los nombres de mis hijos,
es el miedo, es el espanto,
de no haber sabido evitar
en su crecimiento sano
la injusticia de los hombres,
su indiferencia y maltrato,
la cobardía silente,
el mirar para otro lado.
Solo vuestros niños saben
ese añorar al ausente,
nada dicen pero vienen
siempre conmigo a la fuente,
mis pasos tambaleantes
de corazón lo agradecen.
Saben los niños muy bien
como sufro, aunque sonría
aún así, yo comparto su alegría
y siempre juego con ellos
hay tanto amor en su gesto!
La vida se va escurriendo,
se me escapa con el llanto,
la muerte siempre me acecha
al verme tambaleando.

Pero,
Esta mujer loca,
esta madre rara,
quiere seguir viviendo,
en un susurro el dolor
me dice con blando abrazo,
reclama tú la justicia,
cumple con tu quebranto,
que tus hijos en el cielo
juntos te esperan cantando.
Yo sé por vuestras miradas
que soy la loca,
la rara,
soy la loca ciertamente
que vivo por no morir
antes de no cumplir
una promesa dada,
que se pudran entre rejas
por la inocencia robada
esas las manos asesinas
de mis hijos y mi alma.

He de irme loca
viviendo rara,
tambaleante a la tumba
me han de llevar mis canas,
pero yo sé que me iré
con una sonrisa en mi cara,
y los nombres de mis hijos,
sus amigos, en mi marcha,
serán cometas al aire
al fin llegará la calma.
Descansará ya la loca,
esa mujer tan rara.

África Sánchez López