En aquel amanecer oscuro
volví a nacer para contarlo,
un instante sin sentido
borró mi nombre
para enterrarlo.


Negra mi sangre, de miedo,
fue envolviendo mis instintos,
como enorme cucaracha
me he sentido, quise,
en mi diaforesis extrema
sumergir mi vergüenza
como premio a mi lucha,
año tras año,
contra el silencio acobardado.


De la tumba
arranque mi nombre
con su sortija en mi mano,
el cuchillo en el suelo,
nuestro hijo llorando.
Milagro!
Un grito en la puerta,
Alto!
Ven tesoro mío
pude decir llorando.
Pensaba:
” Hoy, nos hemos salvado
en un amanecer más claro”

 

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