No saben de mi muerte 
y me siguen hablando,
agradezco su generosa
perseverancia
sin tratar por ello
de acortar distancias.

En este amanecer oscuro
que atraviesa muros
de disfrazada empatía,
ha dejado la vida
de enviarme
guiños de luz.

No saben de mi muerte
y me siguen sonriendo,
yo escondo el dolor
donde el oxigeno me falta,
aferrándome al sueño
de una resurrección,
en una casa
que dejó de ser hogar,
el día de su marcha.